viernes, 8 de enero de 2016

“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo” Eduardo Galeano

Frente a esta última situación mencionada yo sólo veo una solución: la educación. Es verdad que es una acción que requiere paciencia y dedicación pero si el pasado ha construido este presente, el presente podrá construir otro futuro, y lo hará a través de la transmisión de valores y de la convivencia en igualdad dentro de la desigualdad, por más contradictorio que suene.

En conclusión, si extrajese unas palabras clave de cada reflexión yo creo que serían: diversidad + actuación + transgresión, resultando de su combinación el empoderamiento frente a la situación de injusticia al reconocer la posibilidad de cambio y de control en mí y mis iguales para reclamar unos derechos y una justicia que no hay. Así que, llegue a donde llegue mi voz, gritaré.

La realidad de lo trans y lo trans de la realidad

~Y… de repente… la realidad ya no es cosa de dos~

Las dos piezas del puzle <<Ѳ>> que me habían enseñado a casar desde pequeña ya no encajan. Más bien la realidad parece un <<ʘ>> donde el círculo es la diversidad y el punto son los seres humanos y no humanos. 
La riqueza de la diversidad es lo más preciado de la vida y, como hemos visto en clase, es necesario saberlo para respetar y tolerar. De todas formas, hay que tener cuidado aquí porque tan necesario es ver la diversidad como fuente de riqueza para aprender a respetar y tolerar como para no hacerlo. No hay que hacerlo cuando no se esté tolerando y respetando esa misma diversidad. Parece un bucle infinito, y probablemente lo sea, sobre todo cuando lo piensas desde la cooperación internacional o simplemente comparando culturas, pero es importante cuestionárselo.
Pero no es por ahí por donde quiero ir, si no a las fronteras que se han creado entre conceptos, entre cuerpos, entre géneros y sexos, entre países y continentes, entre culturas y recursos. Ya sabemos que la realidad es muy “trans-“: transoceánica, transpacífica, transitable, transcendente, transferible, transformable, ¡incluso cada vez más transgénica! Vaya, sí, que suerte…
¿Cómo está la realidad de lo trans? ¿Cómo están las personas que desde que nacieron -o después- vieron que ni cabían ni querían formar parte de las dos piezas del gran puzle? La respuesta es clara: jodidas. Tanto las transnacionales, como las transgénero y transexo, como otras muchas personas cuya etiqueta no empieza por trans pero las abraza el transfeminismo. Unas por la xenofobia y el racismo y otras por la transfobia, el sexismo o el machismo, pero todas jodidas por el miedo a lo diferente provocado por la imposición del binarismo y la dualidad en la realidad. Aun así, aunque la diversidad se oculte y castigue no deja de existir y nunca va a dejar de existir porque va implícita a nuestra naturaleza. Por más que construyan baños y vestuarios para dos etiquetas: pantalón y falda, no todas las mujeres se pondrán falda ni todos los hombres se pondrán pantalón. Ni siquiera todas las mujeres serán mujeres ni todos los hombres serán hombres.


“Lo personal es político” Carol Hanisch

Quizá, de todo lo que me ha ido dejando huella, lo que más me ha influido en la manera de entender el mundo y los seres que habitan en él ha sido la siguiente frase: “lo personal es político”. Dichosa la frase de Carol Hanisch que hizo estallar mis ideas sobre cómo debería ser la sociedad contra mis actos más cotidianos e íntimos. Por eso muchas feministas decimos “cómo el feminismo nos jodió la vida”, porque una vez lo sientes no hay vuelta atrás. Desde entonces mi cerebro, mis ojos, mis oídos, incluso mi corazón, tienen un filtro. Filtro que analiza y detecta opresiones de diversos tipos: especistas, machistas, sexistas, tánsfobas, lésbofas, racistas, xenófobas, capacitistas y un largo etcétera. Y lo detecta en las personas, en los medios de comunicación, en los libros, en las señales, en el lenguaje verbal y en el no verbal, en los cánones, en los cuentos infantiles, en las conductas y, como no podía ser de otra manera, en mí misma. Al feminismo radical le debo desde esa reflexión que mis actos empezasen a corresponderse con mis ideas, y viceversa.

Una vez entiendes que las opresiones también están en y sobre ti, comprendes que las hay en cada una de las franjas del círculo concéntrico de Bronfenbrenner.  Las hay en la casa y las hay en el mundo; las hay en la familia y las hay en la estructura social; las hay en los roles y las hay en las leyes. No se salva nada.

Como el feminismo me jodió la vida


La dualidad de la realidad

~La realidad es cosa de dos~

La realidad está dividida, como vimos en clase, entre buenos y malos, entre norte y sur, entre hombres y mujeres, entre opresores y oprimidos. [Nota: el masculino plural no es sin querer, es adrede porque en esa dualidad sólo existen los hombres –cisgénero-.] Pero tampoco es que sólo existan dos partes, es que sólo están visibles dos partes. Porque existir existen muchas más, infinitas, innombrables algunas y otras tan conocidas como ocultadas. La realidad entonces está dividida entre lo visible y lo invisible, entre los que no ven y les[1] que ven. Pero… tampoco es que sólo no vean los hombres. Quizá dentro de este último plural masculino estén dentro esas mujeres que sienten que cuando se usa <<hombres>> para referirse a personas estamos incluidas. A lo que yo me pregunto ¿Dónde? ¿En qué parte del léxico cabemos? ¿En la m quizá? 
Lo importante del lenguaje, para mí, no es la palabra en sí –que también- sino lo que construimos en nuestra imaginación a partir de él. Cuando usas <<hombre>> o hablas en masculino plural instantáneamente en tu cerebro te estás imaginando un cuerpo masculino: dos piernas de pie, con pelos, partes genitales masculinas, torso delgado y musculado, barba y pelo corto. ¡Y es que este típico tópico es el protagonista de toda nuestra actividad imaginaria! De igual forma que debido a la dualidad y sus siempre fieles medios de comunicación cuando se habla de ricos y pobres nos imaginamos un hombre trajeado, blanco, de pie, pelo corto, musculado o gordo –ni si quiera nos importa- frente a un niño pequeño, enclenque, negro, con las piernas retorcidas y la tripa hinchada, hasta con alguna mosca rondándole. Claro, ambos también varones. 
Desde este punto partimos cuando participamos en cursos como éste en el que nos enseñan a cuestionarnos los aprendizajes adquiridos o cuando leemos en internet artículos transgresores que rompen todos los esquemas habidos y por haber. Bueno, a decir verdad, ese es el punto del que parten las personas que, sin haberse dado ni cuenta, cabían perfectamente en el cajón de la normalidad. Porque yo quizá algunas reflexiones ya las tuve cuando vi que ni yo cabía en ese cajón ni ese cajón estaba hecho para mí. Después fui viendo que había personas como yo, incluso distintas pero fuera de la normalidad establecida: unas sí querían entrar en el cajón, otras se dedicaban a tallar otros cajones alrededor,  había también quienes tallaban cajones en armarios distintos, hasta quienes lo que querían era quemar el armario. En fin, vi que la dualidad era ficticia y que el binarismo… son “los padres”.




[1] Les: utilizo la e como género neutro, deconstruyendo las normas del lenguaje y su invisibilización de parte de la realidad. Ya que el lenguaje no binario no tiene un uso único, suelo utilizar la e, o el femenino plural para provocar un choque en la imaginación de la realidad, o directamente la omisión de palabras que hagan referencia a cualquier género.